Realizando los preparativos para salir de la zona de confort, todas las dudas te asaltan, la mente enmaraña las rutas y no queda espacio para el miedo.

El silencio indica lo avanzada que está la noche; levanto la vista de mi pequeña libreta y observo a mi compañero de viaje.

Él se maneja con mayor cilindrada, yo todavía voy de paquete. Me pregunto si seré lastre. En ese momento, cruzamos las miradas y sé hacia que lado he de coger la siguiente curva.

Toca repostar, estiro mi cuerpo como si quisiera ganar centímetros.

Ojeo la estantería, mientras se enfría el té. En mi cabeza retumba el ruido que falta en la calle. Ante las dudas de nuestra locura, cojo el Evangelio y lo abro al azar: San Marcos 10,17-27.

Jesús estaba a punto de partir, cuando un hombre corrió a su encuentro, se arrodilló delante de él y le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué tengo que hacer para conseguir la vida eterna?»
Jesús le dijo: « ¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno, sino sólo Dios. Ya conoces los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no digas cosas falsas de tu hermano, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre.»
El hombre le contestó: «Maestro, todo eso lo he practicado desde muy joven.»
Jesús fijó su mirada en él, le tomó cariño y le dijo: «Sólo te falta una cosa: vete, vende todo lo que tienes y reparte el dinero entre los pobres, y tendrás un tesoro en el Cielo. Después, ven y sígueme.»

 

Respuestas.

 

 

roots