Una casa sin espejos, sólo uno que venía de fábrica en la obra de segunda mano, fácil de esquivar por cualquier camino. Ella, en la sombra, no necesitaba ningún recuerdo de la coquetería femenina que reinaba ahí fuera.
Cada día, se tapaba con los mismos arapos, a pesar de tener un armarío lleno de colores. Inviernos y veranos, caminos rectos hechos con telas, disimulando las curvas que puede llegar a tener la aventura.
La sombra tropieza con su reflejo y lanza un grito silencioso
que recogen vidas ajenas, guiadas por un angel diseñan el día del despertar de ella.
Donde las tijeras cortan cadenas, con las que no pudieron sierras,
y recuerdos de eternidad resumidos en un año, acaban en la papelera.
Dejan su anonimato al lado del traje que prestan,
mientras los aromas de hogar despiertan sentidos que descubren esencias.
Fluyen sonrisas, holgados abrazos y consejos,
hasta que llega el rocío de una noche fresca,
borrando cicatrices de esta sombra pequeña,
y perfilando la sonrisa que el resto puso en ella.
Sera efímero, puntual o eterno,
Esa sombra brilló como si fuera luciernaga.
Hay un camino de sombras, donde la luz ver se deja.