La Capitana está lista. Sus alforjas con mucho hueco para la aventura. Aún así, hay dudas, ¿ Saldremos? Salimos.

Enfundados en las ropas moteras, la velocidad de la autovía despierta todos los sentidos, sobretodo al esquivar el tráfico de hora punta.

Y Castilla la Mancha huele a vino, nos muestra sus viñedos entre molinos modernos, majestuosos pero poco inspiradores para un Quijote. Andalucía nos recibe con ganado y olivos, un aroma al oro líquido impregna parte del recorrido.  Aceite virgen, tanto como nosotros por esos caminos.

El cuerpo se está acostumbrando por kilometros a la nueva postura, a luchar contra el viento o a dejarte llevar por él, es un nuevo baile que agota. Todo necesita su tiempo y nuestro tiempo de descanso era una obligación.  Elegimos Algeciras como alto revitalizante. Buena elección, mucho sol, poca gente y la playa, tan añorada en el interior; con el mar tranquilo, se relajaron los músculos, chapoteamos como críos y hundimos anclajes de ciudad buceando.

Amanecer
Pero el hambre no perdona y los lugareños nos aconsejaron un shawarma, ante mi cara de emoticono interrogante, la mujer me dijo: “quieres qué te lo traduzca al cristiano, ¿verdad hija?”

Y buscando el local, encontramos una oferta “UN CAMPEZO” o por lo menos eso leí… así que lo pedí, en andaluz… y el andaluz no me entendía; Era un campero!!!! Tengo que ir más por el sur y no poner las zetas donde yo quiera.

La noche nos encontró cenando sobre la arena fina de la playa del Rinconcito, mientras mirábamos de reojo al Peñón, imaginábamos África.

Nuestro momento